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Hacia una alimentación más justa, más saludable y más sostenible
7 abril 2021
Desayuno saludable

Cristian Rojas/Pexels

El Día Mundial de la Salud 2021 pone el foco en la necesidad de construir un mundo más justo y saludable

Este 7 abril, Día Mundial de la Salud, se pone especial atención en lograr un mundo más saludable. La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos propone una reflexión sobre el desafío de reducir desigualdades en muchos aspectos que tienen impacto en la salud de las personas. En el planteamiento de esta celebración nos explica:

“En todo el mundo, algunos grupos luchan para llegar a fin de mes con pocos ingresos diarios, tienen peores condiciones de vivienda y educación, menos oportunidades de empleo, experimentan una mayor desigualdad de género y tienen poco o ningún acceso a entornos seguros, agua y aire limpios, seguridad alimentaria y servicios de salud. Esto conduce a un sufrimiento innecesario, enfermedades evitables y una muerte prematura. Y daña nuestras sociedades y economías”.

Uno de esos aspectos que conlleva mucho sufrimiento, carga de enfermedad y muertes, es la alimentación. Cada año se producen en el mundo 11 millones de muertes (esto es el 20% de la mortalidad prematura por enfermedades) debido a la mala alimentación.

Los datos que regularmente aportan los organismos internacionales nos dan pistas de la magnitud del problema generado por una alimentación deficiente o inadecuada: entre 700 y 800 millones de personas en situación de hambre; 2.000 millones de personas con carencia de micronutrientes (hambre oculta, que derivará en problemas de salud); más de 2.000 millones con sobrepeso y obesidad. No estamos ante un problema residual, sino ante un enorme problema con gran impacto en la salud.

Se estima que más de 3.000 millones de personas no tienen acceso a una dieta saludable, en buena medida porque esta dieta puede ser hasta cinco veces más costosa que una dieta basada en alimentos poco saludables. Y esto es así porque el precio de los alimentos no incorpora algunos de los costes que conlleva su producción y consumo, en concreto, costes ambientales y costes derivados de su negativo impacto en la salud, costes a los que luego tenemos que hacer frente toda la sociedad con nuestros impuestos. Esta es una cuestión en la que los Estados tienen que intervenir con políticas adecuadas.

La Cumbre de Naciones Unidas sobre Sistemas Alimentarios que está en preparación y que deberá celebrarse en el próximo otoño debe poner en el centro de sus preocupaciones esos dos elementos: personas y planeta. Para ello, la Comisión EAT-Lancet propone la dieta de salud planetaria, una dieta saludable que puede alimentar a 10.000 millones de personas dentro de los límites planetarios.

Esta tiene que ser la brújula: hay que conseguir que todos los seres humanos, sin dejar a nadie atrás, tengan acceso a una alimentación saludable -que es un derecho humano-, que les permita tener una vida sana, y al mismo tiempo, hay que hacerlo de manera que se mejore la salud planetaria, que no se deteriore el medio ambiente. Para ello, se requieren cambios radicales en la forma en que producimos y consumimos alimentos.  Tenemos que avanzar hacia dietas saludables y sostenibles.

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